Translate

Un día en la Guardería


Esta es la historia de dos hermanitos mellizos que se pasaban la mayor parte del día en la guardería.
Habían venido los Reyes Magos hacía pocos días y Alejandro y Belén tenían un montón de juguetes nuevos; dos muñecas, un payasete, una montaña de coches de colores, un juego de sonidos de animales, cubos llenos de piezas para construir torres y varios libros de imágenes para aprender palabras.
Los dos pequeños estaban emocionados con aquella cantidad de cosas nuevas con las que poder jugar; por fin podían dejar a un lado los viejos cubos y peluches de los que ya estaban aburridos.
De todos los juguetes nuevos parecía que uno en especial le había llamado la atención al pequeño Alejandro, era una jirafita de peluche llamada JUNIOR. 

La llevaba siempre a su lado, incluso para dormir, al parecer, se había convertido en su amigo preferido.
A Belén l e interesaron mucho más los libros de imágenes; estaba empezando a hablar y ella viendo los dibujos se esforzaba en repetir las palabras y sonidos que mamá la enseñaba.
Los dos niños se pasaron el día entero jugando con sus juguetes nuevos, estaban tan emocionados que ni siquiera durmieron la siesta, pero al llegar las nueve de la noche papá y mamá decidieron que era la hora de descansar e irse a la cama.
- Vamos niños, ya está bien por hoy, mañana hay que ir al cole y debéis acostaros ya.
Alejandro y Belén, que se encontraban realmente cansados, no pusieron ninguna pega; dieron besitos a papá y mamá, uno entre ellos y como cada noche se fueron cada uno a su habitación para dormir; Alejandro con su jirafita y Belén con su queca Pepa.
Había pasado ya un ratito y  Alejandro estaba casi dormido cuando escuchó una vocecita que le llamaba:
- Alejandro, Alejandro, despiértate....
- Mamá, es muy pronto - contestó el niño pensando que era su mamá quien le llamaba.
- No soy tu mamá, soy Junior.
Alejandro abrió los ojos muy deprisa porque pensaba que estaba soñando.
- No te asustes - dijo la jirafita - no estás soñando.
- Sí que estoy soñando - decía Alejandro muy  sorprendido - tu eres solo un muñeco y ninguno de los otros muñecos que tengo puede hablar.
- Pero yo sí - contestó Junior - yo soy un peluche mágico, y además de hablar puedo hacer magia.
Alejandro no salía de su asombro, no podía creer lo que estaba viendo, pero al  fin perdió el miedo y empezó a hablar con el muñeco.
Mamá, que escuchó balbucear al niño echó un vistazo a ver lo que pasaba, pero cuando entró en la habitación Alex se hizo el dormido y mamá, tras darle un beso, apagó la luz sin dar importancia al asunto.
- Ya se ha ido - susurró Alejandro - ahora podemos hablar cuanto queramos,
- Es mejor que te duermas ahora - contestó Junior - tu madre ha dicho que mañana tienes que ir al cole y para eso debes estar descansado.
- Está bien, pero me tienes que prometer que mañana vendrás conmigo a la guardería.
- Ya veremos; si tus padres me dejan ir contigo, iré encantado,
Y diciendo esto, los dos se quedaron dormidos hasta el día siguiente.
Por fin llegó la mañana; mamá despertó temprano a los dos hermanitos como de costumbre, les cambió el pañal, les puso el abriguito y todos para el coche.
Alejandro, que no había olvidado el acontecimiento de la noche anterior, cogió a Junior de una mano con la intención de llevárselo con él a la guardería, pero papá no le quiso dejar,
- Alejandro cariño, no te puedes llevar la jirafita al cole porque la puedes perder.
- No, no la voy a perder - intentaba Alex hacer entender a su padre.
Pero papá insistía y Alejandro se puso a llorar desconsoladamente.
- Está bien, no llores más - accedió papá - llévate si quieres a tu muñeco pero ten mucho cuidado de no perderlo.
- Sí papá - contestó el niño satisfecho.
Por fin llegaron a la guardería; mamá y papá se despidieron de los niños con un gran beso como cada día y se marcharon a trabajar.
Después de desayunar, Alejandro y Belén empezaron a jugar como siempre con sus amiguitos; Jorge, Nacho y la señorita de por las mañanas Chuncha; se liaron a corretear por todo el colegio de un lado para otro, se metieron en el comedor y fue entonces cuando Alejandro decidió contarle a su hermana que su jirafita era mágica.
- Belén espera, tengo que contarte un secreto.
- ¡De verdad!, ¿tienes un secreto….?   

- Sí, pero no se lo tienes que contar a nadie, ni siquiera a papá y mamá.
- Pero papá y mamá lo tienen que saber todo... - replicó Belén.
- Pues esta vez no se lo contaremos ¿de acuerdo? .....
- Está bien, no se lo diré a nadie, pero dime de una vez que es....
- Pues que la jirafita que me trajeron los Reyes Magos puede hablar y es mi amigo.
- Eso no es verdad Alex, los muñecos son como los bebés, que no pueden hablar; a mí me han traído una muñeca que llora pero es porque mamá le ha puesto pilas.
- ¡Sí que es verdad! - contestó Alejandro enfadado - anoche cuando me fui a la cama, Junior me habló y me dijo que era mágico.
- Si no me lo enseñas no te podré creer - protestó Belén.
Alejandro había escondido a su amigo debajo de una de las mesas del comedor para evitar que otro niño se lo quitara; así que fue a buscarlo para demostrar a su hermana que estaba diciendo la verdad.
- Vamos Junior - dijo Alex - tienes que ayudarme; mi hermana dice que no es verdad que seas mágico.
Alejandro le mostró a Belén el peluche y la pidió que le preguntara algo para que    viera que podía hablar.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó Belén muy confiada de que el muñeco no se iba a mover y que todo era una fantasía de su hermano.
- ¡Hola Belén!, me llamo Junior - contestó la jirafa.
Belén se asustó al oír hablar a la jirafa y dio un pequeño grito que alarmó a Chuncha que estaba en el cuarto con los más pequeños.
- ¿Qué ha pasado Belenchina, por qué has gritado? - preguntó la señorita que había acudido al comedor
- Nada, nada, - contestó la niña.
Chuncha, al ver que no ocurría nada se llevó a los dos pequeños a su clase para que no estuvieran solos y continuó su labor.
Belén no se lo podía creer, era verdad lo que le había contado su hermano; aquél pequeño muñeco era realmente mágico.
Los niños estaban ya en su clase de la planta baja de la escuela; por la ventana se veía el patio de juegos con los columpios, el tobogán y la casita de puertas y ventanas para esconderse.
Mamen, su señorita de todos los días ya había llegado y cuidaba como de costumbre de todos los enanos que tenía a su cargo; Alejandro, Belén, Diego, Celia, el otro Alejandro y unos cuantos niños más.
A media mañana, y después del aseo diario, llegaba la hora de los juegos; primero jugaban a los números     cantando una linda canción y haciendo movimientos con las manos….´* El “1” es un soldado haciendo la instrucción, el “2” es un patito que está tomando el sol….. y así sucesivamente hasta llegar al número 10; después jugaron a los “Donuts” que consistía en meter en un palito una serie de aros de colores por tamaños.
Después de jugar con Mamen y mientras preparaba todo lo necesario para la comida, Alejandro le dijo a su hermana:
- Belén ven, no tengas miedo de mi amiguito.
- No, si no me da miedo, pero es que me he asustado un poco cuando me ha hablado; pensaba que me estabas contando una fantasía y no creí que hablara de verdad.
- Me alegro mucho Belén porque así podremos jugar los tres juntos.
- ¡Vamos niños!, guardad el muñeco que vamos a comer y se puede manchar.
- Será mejor que te esconda en la mochila Junior; luego cuando lleguemos a casa podremos jugar, no quiero que nadie te descubra - dijo Alex.
Después de comer todos los niños de la clase se echaron la siesta, y era entonces cuando las cuidadoras aprovechaban para ir a comer.
- Mamen - dijo Justi - acuérdate que hoy no vengo por la tarde; la dirección me ha dado permiso para resolver unos asuntos, así que te quedas sola con la pandilla.
- No te preocupes, márchate tranquila.
Los niños dormían la siesta plácidamente mientras Mamen aprovechaba el ratito de tranquilidad para colocar unos dibujos que se estaban soltando de la pared.
Todo transcurría con normalidad hasta que uno de los niños se despertó y sin darse cuenta golpeó la silla en la que estaba subida la señorita, con la mala suerte de que esta cayó al suelo y se golpeó en la cabeza quedándose tumbada sin conocimiento.
- ¡Mamen, sa caio! ¡Mamen sa caio! - lloriqueaba el pequeño causante del accidente.
Al oír los sollozos de su compañero, los demás niños se despertaron y corrieron a ver a Mamen que estaba tendida en el suelo.
- Se ha hecho mucha pupa - decía Belén -, tiene los ojos cerrados…..
- ¡Mamen, Mamen! decían los pequeños intentando que la señorita se despertara.
- No lloréis más - interrumpió Alejandro -  no se va a despertar porque se ha hecho mucha pupa en la cabeza y estará dormida todo el día; lo que tenemos que hacer es avisar a Chuncha para que llame al doctor.
- Podemos gritar todos a la vez para que nos oigan - dijo Diego.
- Nadie nos hará caso - contestó Belén - pensaran que estamos jugando y nadie bajará a ver lo que pasa; lo que tenemos que hacer es abrir la puerta y subir por las escaleras.
- ¡Sí claro! - decía Celia un tanto incrédula - ¿y quién es capaz de abrir la puerta con lo alto que está el picaporte…?
Todo eran problemas, los niños estaban preocupados además de asustados; Justi no vendría después de comer y nadie bajaría a verlos hasta las 5 que vinieran a buscar a Jorge que era el primero que se iba por las tardes, y mientras tanto Mamen necesitaba urgentemente que la viera un médico.
Algunos de los pequeños lloraban, otros cuidaban de la señorita cubriéndola con sus mantitas de dormir para que no tuviera frío, y otros intentaban encontrar la manera de salir de allí.
De repente, Alejandro tuvo una gran idea y se la contó a sus compañeros:
- ¡Escuchadme todos!, ya sé cómo podemos salir de aquí, pero me tenéis que prometer que lo que vais a ver no se lo contareis a nadie, ni siquiera a vuestros padres.
Ninguno de los niños era capaz de imaginar lo que les iba a enseñar Alex, pero como estaban tan preocupados, todos prometieron no decir nada.
    - Tengo una jirafita - empezó a explicar Alejandro - que me trajeron el otro día los Reyes  
  Magos, que puede hablar y además hace magia.
 Nadie dijo nada, estaban tan asustados que nadie puso en duda la afirmación de Alejandro…., por fin, Belén decidió hablar…
- No os quedéis ahí parados, lo que dice mi hermano es verdad; ayudadme alguno de vosotros a sacar al muñeco de la mochila y entonces podréis ver a Junior.
Belén, ayudada por Alejandro y Diego se subió encima del cajón de los juguetes para poder llegar a la estantería donde estaba colgada la mochila y así poder rescatar de su escondite a la pequeña jirafa; después de muchos esfuerzos la mochila cayó al suelo y Alex se apresuró a sacar de allí a Junior.
- Perdona por el golpe amigo, pero es que tenemos un problema muy grande y necesitamos tu ayuda.
El resto de la clase se había agolpado alrededor de Alex para comprobar realmente que aquel pequeño peluche era mágico.
- No te preocupes por el golpe Alejandro - habló la jirafa ante el asombro de los pequeños - no me he hecho daño, y ahora… dime en que os puedo ayudar.
Belén no tardó ni medio segundo en contestar.
- Pues que nuestra señorita se ha caído y tiene pupa, y como está dormida no puede abrir la puerta para ir al médico y nosotros somos muy pequeños y no llegamos al cerrojo para poder avisar a Chuncha.
Tras la meteórica intervención de Belén, el resto de los niños empezaron a relatar todos a la vez lo que había ocurrido agitados y nerviosos.
- ¡Tranquilos niños, tranquilos! no habléis todos a la vez, intentaremos abrir la puerta ahora mismo y todo habrá terminado.
- ¿Y qué podemos hacer? - preguntó Alex.
- Yo intentaré alargar mi cuello para que uno de vosotros pueda trepar por él y llegar al cerrojo.
- ¡Buena idea Junior!,  yo mismo intentaré subir.
La pequeña jirafa sacó una bolsita de polvos mágicos de su bolsillo y se los echó por encima para poder así ser mágica y alargar su cuello.
Tan solo había pasado un minuto cuando el cuello de la jirafa empezó a alargarse, cada vez un poco más hasta hacerse tan largo como para llegar hasta el picaporte con sus cuernecillos.
- ¡Ya he llegado Alex, ahora intenta subir!
- ¡Allá voy! - dijo el pequeño.
Alejandro intentó subir una y otra vez, pero el pelaje de la jirafa era demasiado suave y escurridizo y el niño no conseguía avanzar.
- ¡No puedo Junior!, ¿qué podemos hacer ahora….?
- Yo tengo zapatillas de deporte - exclamó Diego - tal vez pueda escalar mejor…
El pequeño Diego intentó subir varias veces pero tampoco lo consiguió.
Los niños estaban ya muy nerviosos, no encontraban la manera de salir de allí y Mamen seguía sin despertar.
Alejandro y Belén intentaban buscar una solución……
- Alex, ¿tú sabes que haría papá para abrir la puerta si él fuera pequeño como nosotros? - preguntó Belén.
- Papá nunca será pequeño Belén, pero estoy seguro de que sabría qué hacer para salir de aquí.
De repente, la niña se dio cuenta de que la torre de donuts estaba en otra estantería justo detrás de la jirafa.
- ¡Junior! , ¿Crees que serás capaz de llegar hasta los aros de colores para empujarlos y que caigan al suelo?
- ¡Claro que sí Belén, ahora mismo!
No tardó nada la jirafa en derribar la torre de aros y hacerlos rodar por toda la clase; los niños entonces se apresuraron en recogerlos.
- ¿Y ahora qué hacemos con los aros? - preguntó Celia -
- Pues los colocaremos uno a uno en el cuello de Junior y así haremos una escalera - respondió Alex -.
Los niños empezaron a tener esperanzas y como si fueran los enanitos de Blancanieves comenzaron a trabajar en equipo cantando una canción:
* Primero el rojo, después el azul, ahora el amarillo, después el verde, otro rojo, de penúltimo uno azul y al final el amarillo...*
La escalera ya estaba terminada, ahora solo faltaba que Alejandro consiguiera subir…
- ¡Vamos Alex que ya queda poco! - animaban sus compañeros desde abajo.
A pesar de la escalera, el pequeño tuvo que esforzarse mucho para llegar hasta el  ansiado picaporte; al fin y al cabo todavía era un bebé que aún no tenía ni dos años.
¡Por fin Alejandro llegó hasta la puerta y consiguió abrirla!
Toda la clase saltaba de alegría y vitoreaba al pequeño héroe; tan solo faltaba subir las escaleras y avisar a Chuncha.
Antes de subir, Alejandro le dijo a Junior un tanto preocupado…:
- ¿Y ahora, qué va a pasar contigo?
- No te preocupes por mí; lo bueno de ser mágico es que puedo conseguir que todos los niños de la clase, excepto tú, olviden lo que han visto, y así yo volveré a ser un simple muñeco de peluche.
- ¿Y tú y yo seguiremos siendo amigos?
- Siempre lo seremos Alex, lo que ocurre es que durante un tiempo no podremos hablar ni jugar juntos porque mi magia se ha agotado con tanto esfuerzo.
- ¿Y qué va a pasar…?
- Nada, no te preocupes, algún día, cuando ya no te acuerdes de mí,  volveré….
Alejandro y Junior se despidieron con un fuerte abrazo y lágrimas en los ojos; después, el pequeño empezó a subir las escaleras con mucho cuidado para no caer y por fin encontró a Chuncha que estaba en la clase de los bebés y le contó todo lo que había pasado.

Enseguida llegó la ambulancia y se llevó a Mamen al hospital; Belén quería ir con ella pero el doctor no la dejó, aunque la explicó, eso sí, que no tenía que preocuparse porque su señorita se podría bien y volvería al cole en pocos días.

Todo había pasado, ninguna de las señoritas se explicaba como los niños habían conseguido abrir el cerrojo de la puerta con lo alto que estaba, pero la realidad es que habían salvado a Mamen.

Por fin llegaron las cinco y media y papá y mamá vinieron, como cada día, a recoger a los hermanitos; Chuncha les contó lo valientes que habían sido Alex y Belén y lo inexplicable que fue que consiguiera salir de la clase.
Papá y mamá se alegraron mucho de ver a sus hijitos sanos y salvos después de su  aventura.
Al marchar del colegio, y aunque Junior le había dicho a Alejandro que nadie recordaría nada de lo sucedido, Belén le preguntó a su hermano….
-          Alex, ¿has guardado bien a Junior en la mochila……?

 Fin

Beatriz López Puertas – Madrid, Enero de 1996
© Beatriz López Puertas (Los cuentos de Ponteté) 



No hay comentarios: